Las casas de la Unión Soviética que revolucionaron a Chile: aún siguen resistiendo

 

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Foto: Sylvio García. Fotografía a una proyección fotográfica del archivo del Museo de la Memoria

El 7 de noviembre de 1917 cientos de bolcheviques, la mayoría sin vivienda, se tomaron el Palacio de Invierno donde antes vivían los zares. La revolución rusa allanaba el camino para el nacimiento de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS). Todo con el objetivo de, entre otras cosas, tener mejores lugares donde vivir.

Sesenta y cinco años después el panorama se dio vuelta: ahora en vez de pedir casas, los rusos las ofrecían a quienes más lo necesitaban. Fue así como de pronto pusieron sus ojos en Chile. Estas tierras no sólo les llamaban la atención por ser la única donde la revolución comunista llegó por la vía democrática, sino que también por la resistencia que demostró en 1971 cuando un devastador terremoto afectó a gran parte del país.

Ir en ayuda de Chile era una forma solapada de conocer el trabajo del compañero Salvador Allende. Por eso desde el Partido Comunista ruso no tuvieron problemas a la hora de ofrecer todo lo necesario para instalar, en suelo latinoamericano, una fábrica de paneles de hormigón. Estas empresas fueron la base con que la Unión Soviética levantó sus propias viviendas en todo el territorio europeo del Este, el mismo que necesitaba casas con urgencia.

Los paneles de hormigón eran similares a «legos», pero de cemento. En Chile, la fábrica recibió el nombre KPD, porque era la sigla de Edificación con Grandes Paneles pero en ruso. Ya para 1972 y en Quilpué, Región de Valparaíso, la constructora de paneles comenzó a operar con todas las de la ley.

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Foto: Sylvio García. Edificio construido en la KPD. Se ubica en Quilín esquina Castillo Urízar.

«Era una época de compañerismo, la gente pensaba de otra manera”, señala Samuel Guzmán Sandoval (87), uno de los primeros propietarios de una casa fabricadas con legos de hormigón, pero en Santiago.

“Nos juntábamos acá con los vecinos en las tardes. Al frente había un potrero y, para usarlo, juntábamos plata para emparejar el terreno. Ahí jugábamos fútbol», agrega Sandoval al recordar los primeros meses de 1973, la fecha en que recibió las llaves de su casa, de origen soviético, y por la que pagó mil UF. ¿En plata? $520 mil al cambio de la época.

Casas de nivel mundial

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Don Samuel Guzmán recuerda la vez en que recibieron las «casas rusas». Foto: Sylvio García.

Don Samuel aclara que no es comunista ni de ningún partido. Recalca que ama su barrio, el cual recibe el nombre no oficial de «Los Rosados». El recinto, que es un condominio de casas prefabricadas con paneles de hormigón, está ubicado en Quilín esquina Castillo Urízar en Ñuñoa. Adivinen de qué color están pintadas las casas.

Ese, de todas formas, no es el único condominio con casas KPD en Chile: también hay uno en Vital Apoquindo con General Blanche, en Las Condes, mientras que en Valparaíso tales estructuras se pueden ver en Quilpué y en Viña del Mar.

En total, la fábrica KPD alcanzó a construir 153 edificios, albergando a cientos de departamentos, todos amplios, resistentes y de gran calidad.

«Durante la segunda mitad del siglo XX, en el mundo se desarrollaron 5 billones de metros cuadrados con este sistema de construcción en 30 países», asegura el arquitecto Pedro Alonso, destacando que todas eran viviendas de calidad.

Él es una voz autorizada para hablar sobre estas casas. Junto a su colega Hugo Palmarola, restauró el primer bloque de hormigón que fabricó la KPD de Quillota: uno que firmó el mismo Salvador Allende cuando fue a cortar la cinta de la compañía.

Gladys Navarro (60) confirma lo dicho por Alonso. Orgullosa propietaria de un departamento prefabricado, cuenta que su vivienda tiene aproximadamente 70 metros cuadrados, que ahí caben tres habitaciones más un living y un comedor con suficiente espacio para una mesa donde pueden comer hasta doce personas.

«Nunca voy a encontrar uno igual», reconoce con orgullo.

La firma que se perdió

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Foto: Sylvio García

En 1972 se fabricó el primer “lego” de la KPD. Como acto simbólico, el bloque fue firmado por el compañero Allende y, a modo de monolito, quedó instalado en la entrada de la fábrica. Eso hasta el 11 de septiembre del año siguiente, día en que las Fuerzas Armadas se dedicaron a destruir otros hormigones: los de La Moneda.

Por esos días los militares hicieron desaparecer todo lo que hablara o hiciera referencia al comunismo. Si hasta libros sobre la corriente artística del “cubismo” terminaron en la hoguera: en las mentes de los uniformados era obvio que tales hojas hablaban de Cuba. En ese contexto, muchos intuyeron que una fábrica de origen rusa tenía los días contados.

Pero el destino tiene formas curiosas de presentar los hechos. No fue la KPD la que desapareció: mal que mal, era una fábrica útil todavía. Así al menos lo pensó la Armada, que se hizo cargo de lo que había.

«Se dieron cuenta que era valiosa, capaz de producir y pusieron un almirante. Hasta hicieron unos en Viña del Mar y no eran viviendas sociales, eran casas de vacaciones», agrega Alonso, arquitecto que fue en rescate del bloque que tenía la firma de Allende y que con la llegada de la Dictadura Militar, se perdió.

El restaurador declara que lo que sí desapareció fue el nombre de la compañía: para quitarle el carácter soviético se dejó atrás la sigla KPD y empezó a usarse el nombre VEP, que era las iniciales de Viviendas Económicas Prefabricadas. Un indicador también de la rigurosidad práctica con la que piensan los militares.

Lo otro que también, de forma lamentable, hicieron desaparecer fueron personas. Cinco trabajadores de la rebautizada VEP nunca más fueron vistos con vida tras ser arrestados en este lugar por los uniformados entre 1975 y 1977.

Así las cosas, el bloque con la firma de Allende tuvo que hacerse invisible para seguir en pie. Por una curiosa razón, el hormigón que hizo de lienzo para la rúbrica del compañero no fue destruido. Alguien decidió que era mejor idea ponerle estuco, pintarlo de blanco y ubicar por ahí la figura de una virgen de yeso. Pero todo se volvió más confuso cuando, a finales de la década del 70, la Armada decidió que la VEP no podía seguir operando y que era mejor venderla.

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Foto: Sylvio García. Salvador Allende en su visita a la empresa KPD

Con ese dictamen en curso, la empresa se subastó por lotes. Por eso que para el ex trabajador de la antigua KPD, Servando Mora, fue difícil hallar el “lego” de hormigón que, ya en democracia, se propuso encontrar. Entrevistas con antiguos colegas, prensa y lo que comentaba la gente le hicieron dar con una pista: el bloque había sido trasladado a una dependencia de la Municipalidad de Quilpué.

Bastaron más años para dar con el indicado. Y cuando lo encontraron, el trabajo de la restauración fue encargado a los arquitectos Alonso y Pomarola.

El hormigón ya con la firma visible otra vez fue presentado en Venecia, en representación de Chile en la Bienal de Arquitectura de 2014. Después de eso fue itinerando por distintos museos y salas de exposición.

En la actualidad este bloque consiguió un domicilio, que es el Museo de la Memoria y Derechos Humanos de Matucana en Santiago. Esta nueva morada el hormigón de la antigua KPD aparentemente tendrá un destino similar a los primeros revolucionarios rusos que exigían viviendas más seguras: pasará a la historia por resistir. Y algo similar ocurrirá con las casas soviéticas que se pueden encontrar en Santiago, Viña y Quilpué. Todavía están ahí, resistiendo.

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Foto: Sylvio García

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