Un poeta llamado Neruda y un barco llamado Winnipeg

Cuando escribí esta historia nunca hubiera imaginado que Chile sería y durante unos cuantos años, mi país de recalada, como aquellos exiliados republicanos que llegaron de España huyendo de la guerra. La escribí cuando en mi pasaporte no tenía como sello ninguno de los países del otro lado del charco. De esta manera recojo un hecho tal vez poco conocido en la historia de España, un final emotivo de la guerra civil.

El Winnipeg / Creative Commons

Por Irene Ayuso Morillo / @ireneayusmorill

En ocasiones nacen historias por casualidad, como es la mía. Nació cuando ocurrió, pero al descubrirla, volvió a la vida conmigo, cual relato que tras largos períodos de letargo vuelve a la boca del narrador. De esta manera recojo un hecho tal vez poco conocido en la historia de España, que constituye un final emotivo de la guerra civil española.

Teniendo como tengo una pareja literaria, con la que intercambio textos cada semana, andaba yo buscando algo que le diera sentido al tema escogido esa semana: “la esperanza” y el tema quiso salir a la luz por sí sólo, una mañana de esas de las mías, que no se diferencia en mucho de las demás, de esas en las que una acude a clase a oír diferentes discursos en los que uno de ellos me llamó la atención, por su forma, al ser una grabación y por el interlocutor, el propio Pablo Neruda.

El comienzo de la narración me capturó hasta el final, “ las palabras tienen alas o no las tienen” así comenzaba el poeta narrando la historia del Winnipeg, barco que llevó a 2500 españoles exiliados en Francia a Chile. No sólo el nombre del barco era alado, sino sus propias palabras, de las que pude extraer esa esperanza que el propio Neruda dio a miles de españoles con su iniciativa.

El saberse que un escritor posee de licencia para mentir, dudaba yo si era ésta una mentira verdadera o realmente este episodio relatado, posterior al final de la guerra civil era realmente cierto y no ficción. Y en efecto, era cierto que este Pablo Neruda, al conocer la trágica situación de los refugiados españoles en los campos de concentración franceses, decide ayudar a estas familias acogiéndolas en su país, para lo que convence al gobierno de Pedro Aguirre Cerda para subvencionar este nuevo emprendimiento.

Pablo Neruda, el poeta latinoamericano

Llegado el gran día era Neruda quién se encargaba de dictaminar quién subía al barco o no, pues la condición era trabajar en el país de acogida. Así Pablo fue haciendo entrevistas a cada uno de ellos preguntando a qué se dedicaban; para éste cualquier oficio era válido, y como él mismo decía “Yo soy más sí que no”(…) “….de modo que dije siempre sí”.

Una vez todo el mundo a bordo recibe un telegrama del Gobierno de Chile, que ante la presión quería cancelar el viaje de los emigrados. No cesó Neruda en su empeño que con una llamada al Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile consigue solucionar la adversidad.

De esta manera llega el Winnipeg, el barco de la esperanza, cargado de personas cuyos ojos irradian una ilusión casi neblina, por la incertidumbre de lo que está por llegar, al puerto de Valparaíso, nombre que parece inventado para la ocasión.

“Que la crítica borre toda mi poesía, si le parece. Pero este poema, que hoy recuerdo, no podrá borrarlo nadie”, escribió el poeta acerca de esta hazaña. Final que pasará a la historia como el poema que cruzó el Atlántico.

El tema de la semana sobre la esperanza nunca fue escrito, puede que la esperanza entre esta pareja literaria se perdiera entre la distancia de los mares, pero lo que no pierdo es la esperanza de que estas historias no se borren.

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