Daniel Saavedra, chileno, inventó dos leyes que sirven para fabricar chistes. Los especialistas afirman que funcionan. Sin embargo quien actualmente se está llevando los créditos es Cano.
Cano Saavedra es todo un personaje. Recibió la educación en un colegio católico, lo que hizo que la etapa escolar fuera más fácil, sobre todo en pruebas y exámenes: la respuesta siempre era «Dios».
Cuando era niño descubrió que su perro era policial: lo averiguó básicamente porque cuando lo llamaba, este llegaba dos horas después.
Un día, en su pieza, desparramó el limpia pisos: no sabía si había limpiado o ensuciado. Como fuera, sus papás le regalaron un libro con animales dibujados, pero todos en blanco, porque la idea es que él los coloreara a su gusto. El tema es que a Cano le daba flojera y simplemente imaginaba que todos eran albinos y que estaban en la nieve.
La relación entre Cano y los animales resultó ser muy curiosa en su vida. En una oportunidad fue a comprar una cebra de juguete, pero no pudo llevarla a casa: el vendedor no encontró nunca el código de barras. En otra oportunidad vio un camaleón. Se supone que estos animales se deben camuflar, pero como este no lo hizo, Cano concluyó que ese era un pésimo camaleón.
Un día su profesor le preguntó, frente a todo el curso, qué quería ser cuando creciera y este no encontró nada mejor que responder “comediante”: el profesor se rió de él. Ahí se dio cuenta que había empezado bien.
Cano Saavedra también tenía amigos. Uno de ellos se llamaba Gerónimo, quien cada vez que se tiraba en bungee gritaba «yo mismo».
Ya de adultos sus amigos lo invitaron a una fiesta de Halloween, en una casa donde el anfitrión no lo conocía. Cano se disfrazó de carabinero y apenas golpeó la puerta, bajaron la música y apagaron las luces. Se acabó la fiesta.
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Daniel Esteban Saavedra Oviedo está recostado en la cama, en su pieza, en su casa en Concepción. Si bien estudió en un colegio católico, allí la respuesta no siempre era Dios. Tampoco fue a comprar una cebra de juguete a la que no le encontraron el código de barra y tampoco se disfrazó de carabinero. O sea sí, para un sketch de “El Club de la Comedia”, pero ahí interpretaba a Cano Saavedra, su personaje.
Daniel atiende la videollamada después de tomar la once que le preparó su mamá. Tiene 31 años y tras vivir varios años en Santiago, regresó a la ciudad donde nació y creció. ¿El motivo? Cuestiones de salud: tiene espondilitis anquilosante, una enfermedad articular “demasiado dolorosa y degenerativa”, según sus propias palabras.
Los primeros síntomas los empezó a sentir en la época en la que salía en la tele. Para enero de 2014 llevó a su personaje a un particular programa de talentos de Chilevisión: “El Elegido”. Resulta que el canal iba a transmitir el Festival de Viña, que quedó con una vacante libre en una de las jornadas de humor. Pero todo era a propósito porque la idea era completarlo con el ganador de este nuevo programa: un show que consistía en ver cómo desconocidos se subían al escenario e intentaban hacer reír a un variopinto jurado. Cano Saavedra estuvo a punto, de verdad a punto, de ser el elegido: seleccionaron a los dos que estaban a su lado, los “Payahop”.
En la filosofía de Cano Saavedra, el personaje, “cuando se cierra una puerta, siempre se abre una ventana: por eso siempre paso frío”. Pero la brisa que le llegó en esta oportunidad fue más bien cálida: para abril, Chilevisión volvió a apostar por él, ahora como uno de los nuevos integrantes del programa “El Club de La Comedia”.
Allí se codeó con varios humoristas que luego irían a triunfar a Viña: Sergio Freire y Pedro Ruminot, aunque se acercó mucho más a Frabizio Copano. A decir verdad, a él ya lo conocía de antes. La conexión se dio mediante Rodrigo Salinas, que hacía el personaje del “Ratoncito”.
La historia fue así: cerca de 2010 Salinas fue a una escuela de diseño en Concepción, en su calidad de dibujante de las viñetas Canal 76. Daniel Saavedra junto a otros amigos le mostraron una revista que hacían ellos y que estaban llena de estas imágenes que hoy son pan de cada día. Sorprendieron a Salinas de buena manera y mantuvieron el contacto como se puede mantener un nexo a distancia. Cuando Daniel se fue a vivir a Santiago, para el 2011, Salinas le presentó a Copano y este a Felipe Avello. Ese año Cano Saavedra se transformó en uno de los personajes que teloneaba al “Pececillo” en sus presentaciones de teatro, cuestión que se mantuvo de forma esporádica incluso hasta 2015.
Fue un buen momento para Daniel, que empezó a moverse en serio en el mundo del chiste. Se hizo un nombre entre creativos, youtubers e, incluso, entre guionistas importantes. ¿La razón? Es que no solo era chistoso: también teorizaba sobre el humor.
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“Las reglas surgieron porque en una entrevista de radio me preguntaron cuál es el límite de la comedia. Y yo respondí ‘puta, la pregunta fome’” dice Daniel, recostado en su cama en Concepción. Ahora está así por gusto. Hace poco tiempo esa postura era una obligación.
“Insistieron e insistieron, que al final me aburrí y dije: ‘hay dos grandes leyes para determinar el límite. Una es que, si vas a decir algo ofensivo o muy fuerte, tienes que asegurarte que todos se van a reír. Es decir, tiene que ser realmente chistoso, intentar que sea lo más chistoso del mundo. Y la segunda, es que uno nunca puede reírse de alguien que está en desventaja. Las dos las dije en ese programa y pese a que las reglas son personales, he visto a mucha gente del humor usando, con este nombre, ‘las reglas de Cano Saavedra’”, agrega.
La espondilitis anquilosante lo llevó a trasladarse desde Santiago a la Región del Biobío para 2018. Para ese año los dolores ya eran tan fuertes que tomó la decisión de bajarse de los escenarios: el show ya no podía continuar.
En el sur lo operaron de la cadera y, más adelante, de una pierna. Atravesó por una depresión que, mezclada con la obligación de guardar reposo, lo hizo quedarse acostado por meses. La familia y los amigos fueron fundamentales para que le volviera la risa. Y ese círculo precisamente mantuvo el contacto con varias personas del mundo del humor.
De hecho, esos amigos fueron quienes lo motivaron a seguir en contacto con los medios, aunque esta vez participando como invitado en programas de radio y podcast dedicados al chiste. La audiencia en estos programas es más de nicho: apunta a quienes buscan reírse un rato y también a nuevos talentos con miras a hacer carrera en el mundo del stand up comedy.
Luis Slimming fue el conductor de radio que le hizo la pregunta. Él es libretista experimentado, conocido como el “matemático y cerebro del humor chileno” y ha brillado con trabajos para Stefan Kramer, Ruminot y Copano. Fue a propósito de haberlas dicho en ese programa en que las “reglas de Cano Saavedra” comenzaron su propio camino a la fama.
“Una vez vi una entrevista que dio Natalia Valdebenito diciendo que ‘uno nunca tiene que burlarse de alguien que está en desventaja’. Las dijo casi con las mismas palabras que yo. Esa vez no me dio el crédito, pero en verdad, no me importa tanto tampoco. Una vez que dices una idea, ya es de todos. Lo que me llamó la atención es lo lejos que llegaron estas ‘reglas’”, sostiene.
Es más, Daniel afirma que no son pocos quienes le han confesado que gracias a estas normas han podido inventar más chistes, pese a que la idea original es conseguir todo lo contrario. “Yo la considero una alerta”, dice Saavedra. “Si vas a decir un chiste sobre negros, la regla te invita a preguntarte, ¿es realmente chistoso lo que voy a decir sobre los negros? Como nunca nada es ‘lo más chistoso del mundo’, al final lo que haces es preguntarte ¿debo decir esto? Cada uno decide”.
Al googlear “las reglas Cano Saavedra” solo aparece un artículo periodístico que confirma su existencia. Sin embargo, llama la atención quien las menciona: es @Criticomedia, un analista del humor que en su cuenta de Instagram es seguido por varios comediantes, incluidos Edo Caore y Mauricio Palma (“Violento Parra”). Sin embargo, que las leyes queden patentadas o no con el nombre de su personaje no es algo que le quite el sueño a Daniel. Por el contrario, sostiene que desde siempre la risa ha estado regida por normas.
“Existen reglas del humor desde hace mucho tiempo, como el set up y el quiebre, reglas de tres, un mundo hipotético. Hasta hace poco casi nadie las pescaba mucho, al menos en Chile. Todas esas aparecen en un documental de Mr Bean que está en internet”, indica Saavedra.
“A mí me gustaba Mr. Bean cuando era chico. Lo trataba de buscar en la tele y me quedaba hasta tarde haciendo zapping, para ver si lo pillaba. Una vez vi un documental hecho por Mr. Bean, donde el mismo Rowan Atkinson hablaba sobre ‘el sujeto cómico’. Yo lo agarré desde la mitad. En una parte decía, ‘el sujeto cómico, es indestructible’. Entonces aparecía Mr. Bean y un tipo que le pegaba un combo. En vez que Mr. Bean acusara el golpe, al tipo le dolía la mano. Atkinson decía ‘el sujeto cómico es inmortal’ y aparecía Mr. Bean y pasaba algo chistoso que lo confirmaba. O sea, estaba explicando todas esas cosas”, agrega Daniel.
Esas bases le permitieron ir resolviendo asuntos del humor, solo basado en silogismos lógicos. Como empezó desde la adolescencia, ya para 2014 tenía varias interrogantes resueltas: una de ellas era si había límites para el humor. Eso explica que cuando Slimming le hizo esa pregunta, su primera reacción haya sido declarar que ese cuestionamiento era muy fome. Porque hay otros que resultan, al menos, curiosos o incluso, inquietantes. Por ejemplo, ¿por qué nos reímos?
“Uno podría decir que a la unidad básica a la que se reduce la comedia es a no saber lo que está pasando. Todo lo chistoso apela a tu inseguridad, a descolocarte, a que no sepas ni siquiera qué es la realidad. Usemos a Mr. Bean: llega un tipo, le pega y en vez que le duela a Mr. Bean, le duele al tipo. En el mundo en el que estamos, eso no pasa. Entonces, verlo, es en realidad sacarte de las reglas del mundo en el que estás: pasó algo que tú has aprendido que nunca ocurre. Eso te da inseguridad y la respuesta psicótica ante esa inseguridad es la risa. Otro ejemplo: cuando veís que un hueón se cae y a ti da risa. En el mundo que has aprendido, caerse no es lo normal: lo normal es caminar, estar parado, pero no caerse. Cuando ves que alguien se cae, hay un error en el sistema y en realidad, te da risa porque te da miedo que tú mismo puedas caerte”, dice Daniel. Tras eso, suelta un pequeñísimo jajá.
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En vez de pijama, Cano Saavedra usa un disfraz de Pacman, porque le dan miedo los fantasmas.
Para el día de la madre hizo una cajita de palitos de helado. Pero después tuvo que hacer una más porque uno de ellos decía “vale otro”.
Cano Saavedra también es creativo. ¿Ustedes han escuchado el concepto de “antipoesía”? Él inventó algo muy parecido: el antiacertijo. ¿Quieren escuchar uno? “Es un plátano”.