En febrero del 2018 fui a Santo Domingo, República Dominicana, porque iban a ofrecerme un trabajo como editor. Al final no resultó, quizás no era tan buen periodista como creía que era. Además, la verdad es que con Hernán nos dedicamos más a la noche dominicana que al periodismo.
Pero hubo un momento en que ocurrió esto y pude ver la mejor sonrisa del mundo. En ese entonces aún creía que podía cambiarlo todo con palabras. Hoy solo espero que me salven, que no es menor.

Acabo de ver la mejor sonrisa del mundo. Estoy sentado en el último rincón de la mesa de prensa del salón de eventos del Hotel El Embajador de Santo Domingo, República Dominicana. Asisto a un evento importante, pareciera que los invitados vinieron a un matrimonio o a un evento de Estado. Y en el fondo así es. Erick Contreras es el encargado de atender mi mesa. Tiene 20 años, hace cuatro que vive en la capital del país, y desde hace dos que trabaja como mesero para el hotel.
El evento al que asisto es por el aniversario número 62 de El Embajador. Un par de fotógrafos capturan a los invitados mientras entran. “No sé quiénes son”, me dice una fotógrafa mientras dispara su flash. “Pero se ven importantes”. Hay embajadores de distintos países, a los que distingo por sus prendedores con las banderas de República Dominicana y del país al que representan. Sus mujeres van tomadas de sus brazos. También hay gerentes de empresas multinacionales y personalidades del gobierno: está la vicepresidenta Margarita Cedeño de Fernández, esposa del ex presidente Leonel Fernández, y también el ministro del Turismo, Francisco García, que ocupa el puesto desde 2008.
Todos tienen motivos por los que celebrar: el Barceló Hotel Group, compañía familiar española dueña del Hotel El Embajador y una de las hoteleras más grandes del mundo, invirtió 40 millones de dólares para la remodelación del lugar. Esta inversión le sirvió al hotel para alcanzar la categoría de “Royal Hideaway Hotel”, la línea de lujo de la cadena. Hoy, coincidiendo con este nuevo aniversario, están presentando los resultados en sociedad.
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El salario mínimo promedio en la República Dominicana, según el Fondo Monetario Internacional, es de 254 dólares mensuales. Es uno de los ocho países de Latinoamérica con el nivel de salario mínimo más bajo. Pero esta cifra es relativa ya que en el país existen varios salarios mínimos. En el sector privado, una empresa pequeña puede pagar hasta 170 dólares mensuales.
El costo de la canasta básica familiar en Dominicana es de 617 dólares, según datos del Banco Central.
En este mismo momento, en las playas y resorts de Punta Cana, en los complejos turísticos de Las Terrenas, de Samaná, hombres mayores se pasean abrazando de la cintura a jóvenes dominicanas de 20 y pocos años. Muchas veces menos que eso. Nadie dice nada, todos asumen que es parte del panorama.
Así lo dijo la relatora especial de la ONU para la venta y explotación sexual de niños, cuando visitó la República Dominicana en 2017: “»La gente que va allí con ese propósito sabe que lo puede hacer con impunidad, que es fácil tener acceso a los niños. Los turistas dicen bueno es fácil allí, ¿por qué no?”.
Las playas de arenas blancas están blancas solo a la vista de los turistas. Las playas que los turistas no visitan están llenas de basura: botellas plásticas, vidrio, pelotas de goma, envoltorios plásticos en Las Terrenas y por toda la Bahía de Samaná, de Puerto Plata a Barahona y La Romana.

Mientras, los miles de dominicanos trabajan día y noche para atender a los millones de turistas que visitan la isla anualmente y dejan millones de dólares. Casi el 10 por ciento del producto interno bruto anual depende de lo que genera esta industria.
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Sobre el escenario, al micrófono, está Fernando Gómez, director general de Barceló Hotel Group. Habla con acento español sobre la “extendida e intensa historia de relaciones” entre la cadena y los dominicanos. Habla también que desde que los hermanos Barceló llegaron al país buscando oportunidades de inversión, han pasado casi 40 años, y que la cadena fue la “primera española en apostar por República Dominicana como destino turístico”.
Desde entonces, asegura Gómez, la compañía ha “invertido continuamente y actuado como una de las principales empresas que han sustentado la creación de una industria turística que es motivo de orgullo para los dominicanos y uno de los motores fundamentales de su economía”.
Los presentes aplauden.

A continuación las luces se apagan. En el escenario presentan un video sobre “el nuevo rostro del Hotel El Embajador”. Las imágenes son espectaculares, dignas de cualquier hotel de lujo del mundo. En el video aparecen empleadas y trabajadores dominicanos, personas de color, ordenando las camas, sirviendo la comida, limpiando. “Son todos empleados reales”, dice después la presentadora. “Y son como en el video, siempre estarán sonriendo, siempre serán corteses, serán la cara del servicio de excelencia que ofrece el hotel”.
“Ellos son la mejor sonrisa del mundo”.
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Lo bueno de estos eventos institucionales son dos cosas: la comida es buena y duran poco. Al final, me siento “cubaneado”, como diría el periodista estadounidense Jon Lee Anderson para describir lo que el gobierno cubano intentaba hacer con él la primera vez que fue a la isla: mostrarle todo lo lindo y ocultarle lo feo.
Me acerco al (hoy ex) embajador de Chile, Fernando Barrera Robinson, pero me elude con rapidez a pesar de que la noche anterior había estado en un asado en su casa.
Entonces me quedo solo, viendo cómo Erick corre por entre sus mesas, hace malabares con platos llenos y vacíos, y no para. Me lo quedo mirando, esperando. Y ocurre: Erick se va a un rincón, se apoya en la pared y descansa. Yo me acerco a él.
Erick hace turnos de 7 de la mañana a 3 de la tarde, y a veces hace doble turno hasta las 22. Por turno gana 750 pesos dominicanos, que son más o menos 15 dólares. 2 dólares por hora. Su semana se divide en seis días de trabajo y uno de descanso. Si Erick hiciera un turno cada día, por seis días a la semana, haría 24 turnos al mes. Esto le significarían 360 dólares mensuales. Si hiciera doble turno todos los días del mes, obtendría 720 dólares al mes.
“¿Escuchaste los discursos?”, le pregunto.
“Sí”.
“¿Te gusta trabajar aquí?”
“Sí, siempre quise hacerlo, y aquí se gana bien, muchísimo mejor que en otras regiones del país, muchísimo mejor que de donde yo soy”.
“¿Y te gustaría hacer esto siempre o te gustaría hacer otra cosa?”
“Me gustaría ser bartender en una barra en un hotel de Punta Cana, eso es lo que quiero hacer, ahí se gana bien y se vive bien. Pero estoy empezando, y así es como se empieza”.
Nos quedamos callados. Y Erick Contreras, poniendo la mejor sonrisa del mundo, dice: “Sí, es una muy buena oportunidad para mí”.